domingo, 11 de diciembre de 2016

Señales (II)


Salió de la ducha. Se sentó en el filo de la cama, justo en el lado dónde iba a dormir y tenía su pijama y colocó la parte de arriba mientras empezaba una conversación de poca importancia. Cogió el pantalón de pijama y justo sentado de espaldas a mí, se inclinó para ponerse el pantalón y justo dejó caer la toalla y pude verle su culo blanco justo delante de mí. Todo pasó en cuestión de un segundo. No más. A partir de ahí, llevó la toalla al baño y volvió con su tranquilidad de siempre mientras seguía conversando. 



- No sé, te has quedado con una cara muy rara. ¿Estás cansado, tienes sueño? - me preguntó.- ¿O te aburren mis conversaciones? - me preguntó con su típica burla.

El día para la quedada llegó y no podía estar más nervioso. Tranquilo por fuera y de los nervios por dentro. 

"Tranquilo, que no se note", pensaba para mis adentros. 

Para qué engañaros. Me preparé los mejores gallumbos, me arreglé por dentro, por fuera...por todos lados, vamos. 

Cuando me pasó a recoger, todo era normal. Dos amigos que íbamos a pasar dos días fuera, en una competición de unas cuantas horas, íbamos a pasar una noche juntos y el resto del tiempo, pues ya veríamos qué iba a pasar. 

Todo siempre con esa duda que te entra de a qué puedes llegar y hasta dónde. Siempre pensando en el  rechazo y en lo que pudiera pasar si alguno de los dos hacía algo que pudiera sonar raro, ¿verdad?

Yo, por si las moscas, metí preservativos. El lubricante, de momento no. Más que nada porque no tengo y tendría que comprar y no me apetecía. Mi primera vez fue sin lubricante y estuvo bien. No debía de ser un problema. 

Todo el camino del viaje, normal. Lo convencional entre dos tíos que son amigos. Cuando llegamos al hotel, dejamos la bolsa de la ropa y nos fuimos directos al evento. 

Después hubo cena y la gente empezó a decir que si nos íbamos a un sitio de copas que estaba muy bien, que si a otro que también. Mi mente pensaba, no perdamos el tiempo y vayamos a  la habitación a descansar, ¿no?

Al final, aunque a mi amigo no le apetecía mucho y a mí tampoco, acabamos siendo convencidos por el resto para ir a tomar una copa. 

Mejor. Porque una vez allí, todo el mundo se deperdigó un poco y el momento en que decidimos irnos de aquel antro nadie o casi nadie notó nuestra marcha. 

Por el camino hacia el hotel, iba riendo todo el rato fruto de mis nervios. Buscaba en mis palabras, en sus palabras cualquier indicio que me dejara pensar que podía suceder algo que esta deseando totalmente. 

Cuando llegamos a la habitación dejamos nuestras cosas a un lado (abrigos y pertenencias) y comentaba mi amigo que a lo mejor se iba a duchar. 
- ¿Tú te vas a duchar? - me preguntó.
- No, yo prefiero por la mañana- le respondí. 

Me quedé mirando fijamente la cama. Una doble sin separación. Él que se coloca a mi lado también mirando la cama y me dice:
- Yo prefiero la parte izquierda. ¿ Y tú? - me pregunta.
- Me da igual, la verdad.
- Eso sí, que corra el aire, ¿Eh? - me comenta acercándose levemente a mí. 
- A ver si te vas a resfriar con tanto aire! - le bromeo yo. 

Mierda. Ese comentario ya no da pie a que me acerque. Si no, todo lo contrario. 

Se mete en la ducha y deja la puerta entreabierta. Intento mirar desde fuera, con disimulo, a ver si algo me puedo recrear. Pero no se veía nada por dónde estaba situada la bañera. Me armo de valor y me acerco al baño.
- Te importa si aprovecho y me lavo los dientes mientras te duchas? - le pregunto desde fuera del baño.
- No, tranquilo. Puedes pasar.
Paso dentro del baño y puedo ver que la mampara sólo dejar entrever un poco la silueta y poca cosa más. En ese momento, él asoma la cabeza por el lateral de la mampara casi opaca y me dice:
- No creo que vayas a ver algo que no hayas visto ya. O que te soprenda de ver lo potente que estoy! jajaja- se ríe mientras vuelve a introducir la cabeza dentro de la ducha. 

Aprovechando que estaba dentro, proseguía con mis conversaciones con él para aprovechar seguir el máximo de tiempo posible dentro del baño para ver si salía de la ducha y le podía ver completamente desnudo. Me animé, después de lavarme los dientes, a hacer una meada y así, si salía, estaríamos ambos en mismas condiciones, con la polla fuera. Pero, o se hizo de rogar expresamente o es que era completamente lento. Más que mi mujer. Al final, entre conversación y conversación, hubo un silencio forzado. Me quedé totalmente pillado pues ya no hablábamos y seguía dentro del baño. Me llegué a rayar porque por más que intentaba buscar más conversación, me había bloqueado. Al final, decidí salir del baño porque quedarme no tenía nada de sentido. 

Justo cuando me sentaba en la parte que me tocaba en la cama, escuché como salía de la ducha y se colocaba delante del espejo y lo tenía a tiro de vista. Pero, llevaba una toalla rodeando su cuerpo de cintura para abajo. 

En ese momento, me percaté que tenía su pijama en la mesita de noche. Pensé "a ver si hay suerte y se lo pone aquí, delante de mí". De verdad, mi mente calenturienta ya estaba que echaba humo por todos lados. 

Se estuvo secando el pelo con conciencia y con el tiempo que tardó, intuí que el cuerpo ya lo tenía más que seco. 


Mientras le escuchaba y le miraba, intentaba atravesar, a través de sus ojos, si realmente valía la pena que siguiera pensando que entre nosotros iba a pasar algo más allá de nuestra amistad. Pero esa respuesta no la estaba obteniendo. Menuda cara de gilipollas que debía de tener cuando, en un momento de su conversación se para y me pregunta:
- ¿Te pasa algo? 
- Sí. ¿Vamos a follar o mejor lo dejamos estar?- pensé.
- No, nada. ¿Porqué? - le pregunté en realidad. 
- Pues ahora que lo dices, todo en cojunto. O sea que calla ya y vamos a dormir - le dije intentado parecer que estaba normal, igual que siempre. 
- Pues vaya, yo que quería esperar un poco a que se me seque el pelo. Y el señorito tiene sueño. Qué poco aguante tiene el tío. 

Tengo un guante de boxeo a mano y le meto. Con el guante, claro. 

Continuará...

lunes, 5 de diciembre de 2016

Sinceramente, creo que NO ENTIENDO

Mientras me pongo a escribir la segunda parte de "Señales" me gustaría comentar algo que me pasó justo antes de casarme. Justo con uno de mis mejores amigos. 

Estamos hablando del año 1990 aproximadamente donde todo aun estaba muy frío en relaciones con hombres. No estaba todo tan bien visto como lo está ahora. 

Pues este mejor amigo, lo conocí sobre ese año aproximadamente y vivía a una media hora de dónde yo vivo. Contábamos con unos 17 años, creo, y teníamos dos grupos de amigos diferentes cada uno, pero asiduamente quedábamos con el grupo de uno o del otro. 

Crecimos juntos y nos confesábamos bastantes cosas. No todas. Me acuerdo que una vez cuando se quedó en mi casa, me confesó que uno en el grupo le preguntó que si le gustaban los tíos a lo que él le respondió cogiendo a una chica y dándole un beso. Estaba indignadísimo y me explicaba como pasó todo. Entonces, me dio a entender, que no le gustaba y que le ofendió. 

Nos fuimos haciendo grandes (porque de momento nadie se hace pequeño....) y llegó el momento de tener una novia estable por mi parte y, con el tiempo, planear la boda. Antes de casarme, y aprovechando los últimos días de soltero, decidí pasar dos días en su casa aprovechando que sus padres estaban fuera. Sólo estaba su hermano perqueño. Por lo demás, todo transcurrió bien, sin problemas. Llegó el momento de llegar a casa a cenar y luego irse a dormir. Las opciones eran:
  • Podía dormir en su cama mientras él dormía en la cama de sus padres. 
  • Yo dormir en la cama de sus padres y él en la suya.
  • Dormir los dos en la cama de sus padres. 
Yo, confiando en él y su heterosexualidad y la mía (en fachada) le dije que prefería que durmiéramos en la cama de sus padres si a él no le importaba. Y así fue. En principio, no había ninguna intención por mi parte y ninguna por él, por lo que sabiamos el uno del otro. 

La noche estuvo muy bien y, al ser hijo único en casa, me hacía ilusión dormir con amigos pues desde que volví de la mili, no había vuelto a compartir habitación con otros amigos. 

Al día siguiente, me fui para casa y él se quedó en la suya. A partir de ahí, todo siguió su rumbo hasta el momento anterior a mi boda. 

Él se quedó a dormir en mi casa. Pero después de la noche de farra y él en otra cama, le dije que si se quería meter en mi cama y dormir conmigo. Aceptó sin problema y estuvimos muy cerca el uno del otro. Comenzamos una conversación profunda y yo le pregunté si había alguna cosa que quisiera comentarme después de tantos años de amistad. Ahora no recuerdo qué me dijo, pero algo me comentó. Por aquel entonces, a diferencia de la otra vez que estuvimos en su casa, yo ya tenía cierta curiosidad. Y moviéndome y haciendome el tonto, intentaba averiguar a través de roces, si podía estar empalmado o no por estar en la cama conmigo y así saber si entendía el muchacho o no...

Lo siento compañeros. No pasó nada.

Después de la boda y, como dije en las entradas de mi primera experiencia, estuve muy entretenido buscando cosas nuevas. Bajaba asiduamente a la gran ciudad y no quedaba con él, ya que me iba a por otra persona.

Aun así, un día me dijo que tenía que hablar conmigo. Que si podía ir a verle en mi agenda ocupada que tenía. Accedí, por  supuesto. Recuerdo como José, estuvo muy celoso con esa quedada...para variar...

Cuando llegué al sitio en cuestión estaba muy nervioso y me decía que era muy importante lo que me tenía que decir y tal.. le dije que adelante, que nada cambiaría entre nosotros, que no se preocupara tanto. Y lo soltó.

Era gay. 

Tenía mucho miedo a mi reacción y todo el mundo a su alrededor lo sabía pero que no se atrevía a decírmelo a mí. Me dio la risa y lo abracé. No tenía porqué preocuparse. En esos momentos de sinceridad, decidí pensar en lo mío y mi cabeza giró y giró mientras lo escuchaba a él y, finalmente, pasó el tiempo y no me vi con fuerzas para serle  sincero. Cogí el coche, dejándole muy  tranquilo con la información que me había dado, y me largué por dónde vine. 

Sopesé mucho la información. Pero decidí seguir guardando mi secreto. Total, ya me sentía bien soltándosela a José. 

Con el tiempo y lo ocupado que estaba entre unas cosas y otras, dejé de estar tan al tanto.  Aun así, cuando se acabó aquella historia y eché de menos a mi amigo (sé que suena egoísta por mi parte) también me di cuenta de que no era  yo quien le daba largas. Estuve analizando la situación y me di cuenta que aun así, era él el que me evitaba y no estaba con ganas de quedar o vernos. 

Un día, en una llamada de teléfono o mensaje de texto, no recuerdo qué, algo no me olía bien. Decidí aprovechar una de las cosas que más me  gustaba (escribir) y le envié un mail comentando que notaba cierta separación por su parte y no entendía bien el porqué. Le dejé claro que no me importaba su condición y que lo tuviera bien claro. Que si algo había hecho o que se hubiera sentido mal por mi culpa, que me lo dijera, que había confianza.  

No obtuve respuesta al momento ni a los días siguientes. Una cosa muy rara y me olía algo. No quise insistir mucho porqué llegué a sentirme culpable de que todo  había sido por estar tan ocupado con el susodicho y dejar de lado a mi gente. O porque estaba él más ocupado de lo habitual con su  nueva situación.

Bastante tiempo después, casi ya por dar por zanjada esa amistad porque no me devolvía llamadas ni mensajes, estaba mi mujer en el ordenador cuando me avisa que acababa de recibir un mensaje de mi amigo. Me sorprendió un montón pero le dije a ella "mira a ver qué dice que ahora voy yo!".

Cuando me acerqué al ordenador mi mujer se levantó y me dijo "Mejor que sigas leyendo tú". Cuando me senté y empecé a leer su mail, flipaba en colores. Todo este tiempo me había estado evitando con conciencia porque se había sentido atraído por mí. Lo había pasado mal y me explicó las veces que habíamos estado juntos en la cama o fuera de ella y que lo había pasado fatal. Que cada vez se sentía más mal por que pensaba en mí en algunos momentos en los que no quería mencionarme para que no me sintiera ofendido. Que su condición de gay, le había llevado a pensar que todo el mundo era gay y tal y tal...etc... que se disculpaba y que entendía que no quisiera saber nada más de él. 

Durante unos días no hacía más que leer el mail y leer sin saber qué hacer, qué contestar o qué decirle. Al final, opté por ganar tiempo sin que se pusiera nervioso. Le respondí que había leído el mail, y que no quería ni meter la pata ni hacerle daño. Que me diera unos días de margen para pensar bien en lo que quería decirle y que no se preocupara que no le estaba juzgando. Sólo quería medir bien mis palabras.

Por supuesto, le contesté tan pronto como me vi capaz. Dejamos pasar un tiempo para vernos en persona después de la noticia y el día que nos vimos, fue un abrazo fraternal, de amigos como somos y sin pudor ni verguenzas ni juicios para nadie. 

Es una historia que ayer me acordé de ella y quería haceros llegar. Sé que ha sido un poco larga, pero pasaba de hacer "capítulos" con esta historia. Tan pronto lo digo, tan pronto lo suelto. 

Seguimos siendo amigos pero aun no he sabido reconducir la situación de cara a mi mujer. Sé que será complicado, pero no imposible. Además, él ya hace 10 años que está muy contento con su pareja y no creo que los fantasmas vuelvan a aparecer en su cabeza. 

Total, que no me enteré de la realidad hasta tiempo después. Qué desastre que soy!!

Saludos!!




viernes, 2 de diciembre de 2016

Señales (I)


Y no precisamente de las que existen en la calle o en la carretera.

Supongo que a cada uno de vosotros que vivís la bisexualidad metida en el armario (que original soy, ¿verdad?) os pasa que cuando notáis a una persona que acabáis de conocer que puede ser de tu misma "rama" nunca te atreves a dar ningún paso. Pues por que ese paso puede ser un paso muy peligroso. Puede que notes que esa persona tenga un cierto gusto hacia su mismo sexo pero en el momento de acercarte de una manera más "cercana" te lleves una ostia, un reproche o un odioso "¿Se puede saber qué estás haciendo?"
A ver qué le dices, ¿no?

Esta es la típica historia que nos pasa a todos aquellos personajes que no se atreven a dar el paso y se quedan en la retaguardia esperando a que la otra persona de el paso. Ese primer paso que todos esperamos pero, posiblemente, la otra persona esté sintiendo o esperando lo mismo, ¿verdad? En esta historia sólo puede ganar aquella persona que sea valiente y el cobarde que tenga la suerte de topar con ese valiente. Pero seamos sinceros, es una situación tan arriesgada, que el porcentaje debe de ser mínimo, de los que acaben ganando.

Todo empieza ese día que conoces a una persona. Vamos a llamarle Óscar.

A Óscar te lo presentan y te cae bien. Hemos tenido suerte, yo también le caigo bien. Nos caemos bien mutuamente. Al tiempo charlamos y charlamos. Quedamos para hacer algo juntos como ir a comprar algo en concreto, correr en bici, quedar con los niños, etc.. algo normal. Pero vamos como intimando cada vez más y nos contamos cosas del día a día. Empiezas a verlo de otra manera. Ya sueñas con estar con él. Desnudarlo lentamente y averiguar qué se encuentra detrás de esa ropa que a saber qué esconde. Por supuesto, el verano es muy malo. Que si hoy no llevo camiseta, que si los pantalones cortos me marcan paquete. Eso sí, aprovechando que cada vez que se gira al lado contrario de donde yo estoy, bajar la mirada fugazmente para poder imaginarme qué puede haber detrás de ese pantalón. Lo ideal sería apuntarse con él al gimnasio y a ver qué esconde de verdad, ¿no? Pero la magia se perdería si algún día hubiera ese momento. Preferiría dejarlo para el último momento.

Las opciones que tengo son pocas. Cualquier acercamiento es mi mujer oportunidad para tocar (de la manera más inocente, claro). Lo mejor de todo, es que Óscar le gusta hablar y tocarte e incluso, acercarse bastante a ti con comentarios que te dan que pensar.

¿Qué comentarios? Pues por ejemplo:

- yo es que le tengo fobia a las ratas y a las arañas... soy un poco mariquita...¿Eh, que me entiendes?

Que te diga eso acercando su boca a mi oreja como si quisiera que nadie pudiera oírle, envía señales a mi cerebro que enciende de una manera alocada a mi "otro cerebro", el que no se lo piensa ni un momento.

Todas esas señales, esos roces y tantos comentarios, me hacen activar la alarma analítica de saber qué tipo de porcentaje comprende este amigo en el apartado de "entiende o no" en el tema.

Un día me dice:

- Oye, tengo una competición de las mías en Honolulu y me preguntaba; ¿te gustaría acompañarme? Mi mujer pasa de estas cosas. Se aburre.
- Hombre déjame que me mire la agenda y te digo algo. - le respondo.
- Vale, pero que sepas que compartiremos la misma habitación. Sólo me ofrecen una.

No tengo nada que hacer ese día, ya te lo digo ahora!!!

Continuará...